lunes, 21 de mayo de 2012

La pequeña Eli.

No podía aguantar la presión, no podía sacarme aquella escena de la cabeza. No se cómo, ni por qué lo hice, pero en ese momento no me paré a pensar en las consecuencias de mis actos.

Era una noche de verano, pero no una noche cualquiera. Las calles estaban vacías, no se oía ningún grillo, hacía viento y llovía.
Me encontraba sólo en medio de la oscuridad de un camino, al que no se muy bien como había  llegado. Creo que fue el alcohol el que me llevo hasta él. Yo caminaba sin rumbo alguno y en aquel momento comencé a notar como alguien me seguía. No sabía si era mi imaginación o estaba sucediendo en realidad, así que seguí caminando intentando volver a casa.

Otra vez aquellas pisadas. Me daba la vuelta,  no había nadie. Empecé a ponerme nervioso pero no llegaba a creerme que alguien estaría siguiendo y de repente me acuchillaría la espalda como si de un asesino se tratase. No. Era demasiado subreal. Así que yo  seguí caminando.
Esta vez el temor entró en mi cuerpo, ahora sabía que alguien me perseguía, pues las pisadas se oían cada vez más cerca y eran cada vez más rápidas. No me atrevía a mirar hacia atrás por miedo a lo que podría encontrarme y corrí, corrí lo más rápido que pude hasta que vi una enorme casa abandonada. Tal vez me daba más miedo entrar en esa misteriosa casa que enfrentarme a lo que venía por detrás. Pero no me lo pensé, entré  pensando que allí podría estar a salvo.

Ya no escuchaba nada, solo el crujir de la madera vieja. Cuando de repente nuevamente unos pasos se perdieron corriendo escaleras arriba. ¿Me estaría volviendo loco?
La cabeza me daba vueltas y decidí acabar con aquella situación, cogí un cuchillo que se encontraba en la cocina  y me dirigí a perseguir con toda la agilidad que pude a aquello que estaba en la parte de arriba de la casa. Todas las puertas estaban cerradas pero había una entreabierta de la que salía la luz de la luna que entraba desde la ventana que me permitió guiarme. Preparé el cuchillo, entré en la habitación y la atravesé el corazón. Había acabado con la vida de una pequeña niña. La misma niña que desapareció del pueblo el pasado invierno y nadie supo nunca de su paradero.               
No podía creer lo que acababa de hacer y preso del pánico tome la decisión de acabar con mi vida de la misma forma en la que lo había hecho con la pequeña Eli.                

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